martes, 22 de febrero de 2011

CÓDIGO DE CONDUCTA PARA UN DISCÍPULO DEL ESPÍRITU SANTO

1
Estar siempre consciente de que aspiras a la expresión más
completa de Dios, y consagrar todo tu ser y tu servicio a dicho fin, según
está tan hábilmente expresado en el Primer Mandamiento.
2
Aprender la lección de la inofensividad. Ni por la palabra ni por
el pensamiento o sentimiento se ha de inflingir el mal sobre ninguna parte
de la vida. Sabe que la acción y la violencia física no son más que la parte
menor del pecado de expresión dañina.
3
No agites el mar de emociones de tu hermano—ya sea
inadvertida o deliberadamente. Sabe que la tormenta a la que sometes
al espíritu de él, tarde o temprano fluirá por las orillas de tu propia
corriente de vida; más bien, trae la tranquilidad a la vida, y sé como el
salmista tan hábilmente lo puso: ‹‹bálsamo sobre las aguas turbulentas››.
4
Desasóciate a ti mismo del engaño personal. Nunca dejes que
la auto-justificación revele que amas más a tu ego que a la Armonía del
Universo. Si estás en lo correcto, no hay necesidad de proclamarlo; si
estás equivocado, ora por el perdón. Si observas al ego, encontrarás las
mareas crecientes de la indignación entre las más sutiles sombras en el
camino de la Rectitud, llamada "fariseismo".
5
Camina gentilmente por el Universo, sabiendo que el cuerpo es
un Templo en el cual mora el Espíritu Santo que ha traído Paz e Iluminación
a la vida en todas partes. Matén tu Templo siempre en condiciones
respetuosas y limpias como convengan a la habitación del Espíritu de la
Verdad. Respeta y honra en gentil dignidad a todos los otros Templos,
sabiendo que muchas veces dentro de un crudo exterior arde una Llama Mayor.
6
En la presencia de la Naturaleza, absorbe las bellezas y regalos
de su Reino en gentil gratitud. No la profanes mediante pensamientos o
emociones viles, o por actos físicos que la despojen de su belleza virgen.
7
No te formes u ofrescas opiniones a menos que se te invite a
hacerlo, y entonces sólo después de orar e invocar silenciosamente por guía.
8
Habla sólo cuando Dios escoja decir algo a través de ti. En los
otros momentos, permanece pacíficamente callado.
9
Haz un ritual de vivir en la observancia de las reglas de Dios,
tan discretamente que ningún hombre sepa que aspiras a la Divinidad,
no sea que las fuerzas de su voluntad exterior sea dirigida contra ti, o
que tu servicio sea infringido por la soberbia.
10
Deja que tu corazón sea una canción de gratitud por haber
puesto lo Más Alto al Espíritu de Vida bajo tu cuidado, el cual, a través
de ti, escoje expandir las fronteras de Su Reino.
11
Está siempre alerta para usar las facultades y los regalos que
te ha prestado el Padre de toda Vida, siempre para expandir Su Reino.
12
No reclames nada para ti, ni poderes ni principados, así como
no reclamas el aire que respiras... o el Sol. Usalos libremente sabiendo
que todo pertenece a Dios.
13
Sé comedido al hablar y al actuar, pero siempre con la dignidad
que acompaña la Presencia del Dios Vivo que mora dentro del Templo.
14
Constantemente coloca todas las facultades de tu ser, y todos
los desplieges de tu naturaleza, a los pies del Poder Divino,
especialmente cuando estás tratando de manifestar la perfección a 
través  de uno que está angustiado.
15
Deja que tus contraseñas sean la humildad, la mansedumbre y
el servicio amoroso, pero no permitas que la impresión de humildad sea
tomada erradamente por letargo. El sirviente del Señor, al igual que el Sol
en los Cielos, está eternamente vigilante y constantemente vertiendo los
 regalos que están particularmente bajo su cuidado.

Tomado del libro: LOS MAESTROS ASCENDIDOS ESCRIBEN ‹‹EL LIBRO DE LA VIDA››

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